Falacias.

Estoy cansada de tus vueltas, de tu boludeo. ¿Tanto amor tenés para dar que lo derrochás de esa manera? Bueno, entonces yo no quiero la parte que me corresponde. Sea grande o sea chica, ese amor ya no me sirve, no lo necesito. Sólo me molesta porque sí, porque las mujeres somos así: acaparadoras hasta los extremos más inimaginables. No sé si son celos, no sé si es simplemente el hecho de verte feliz y yo seguir como una pelotuda en el mismo lugar donde quedamos. Quizás sea eso. El ver que sigo estancada en una monotonía casi absoluta mientras vos empezaste una vida nueva y mejor, ver que cambiaste, pero a su vez que seguís igual de pendejo que siempre. Seguís diciendo y haciendo las mismas estupideces que prometiste no volver a hacer, seguís siendo un inmaduro por el simple hecho de fingir algo imposible de fingir. Yo no te quiero, y vos lo sabés muy bien. Inventas una realidad paralela; la que te conviene, en la que sos feliz (¿FELIZ? Hasta ahí). Pero sos insoportablemente agobiante para todas. E increíblemente yo te sigo la corriente, yo te insito a corroborarme tu amor, juego con vos una vez más. Y ese histeriqueo nos encanta por alguna inexplicable razón. Cada vez que hablamos abrimos nuevamente la herida, y me doy cuenta que sinceramente, es sofocante. Igual, ¿sabés qué? Espero que consigas lo que querés, igual que lo hiciste conmigo. Y espero que, al igual que en mi caso, te quedes solo, y de la peor manera. Solo; igual que como te dejé yo hace dos meses.

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¿MALA YO? Sí. LA PEOR.