Momentáneo apagón del corazón.

Y en ese momento se dio cuenta que todo aquello que alguna vez tuvo se fue desvaneciendo junto al ocaso, que ciega la razón momentáneamente hasta dejarla a oscuras otra vez. Su ser ya no le pertenecía. Lo veía alejarse junto una extraña que se acercaba sigilosamente con un vestido escarlata y los cabellos dorados al viento. Él la reconoció, por su andar seductor, sus largas piernas y ese vestido que le resultaba tan familiar, por más que el sol se hubiera ido y ninguno de los dos percibiera absolutamente nada; aunque a veces esa nada parecía comprenderlo todo. De tanto en tanto las figuras se perdían en sombras interminables que se odiaban y se amaban y se volvían a odiar. Tempestuosas almas que jugaban con fuego... Pero no les molestaba quemarse esta vez. La noche se tornó escenario de una lucha inacabable de sentimientos encontrados, de fantasmas sedientos de pasión que nunca llegaron a enfrentarse cara a cara. Y de pronto el duelo se declaró empate. Sendos desconocidos se tomaron de las manos y se despidieron, con la promesa de volver a combatir nuevamente. Sin fechas, ni calendarios, tan solo con la esperanza de cruzarse una vez más en algún futuro ocaso; enamorándose, privados de cualquier razón; entregándolo todo, sin recibir nada a cambio.

[ Título sin sentido, si los hay. ]