Para ser franca, creo que voy a sufrir un colapso nervioso en cualquier momento. Es bastante complicado explicarlo y que la gente me entienda, porque ellos simplemente no están en mi lugar. Mi lugar es estresante, y no lo digo para hacerme la víctima, o no del todo, por lo menos; tengo cierto grado de razón. Es difícil convivir con gente que no confía en vos. O que, mejor dicho, confía tan selectivamente que terminan dejando por fuera las cosas más elementales y dañinas de lado. Yo tomo alcohol y ellos no se dan por aludidos; estimo que aún suponen que no he probado ni una gota. Creo fehacientemente que podría comenzar a auto-mutilarme y no se darían cuenta. Confían, pienso yo, en cosas en las que no deberían confiar. Soy alguien racional y, se podría decir, algo cercano a madura, pero no por eso dejo de tener prácticamente 17 años, no por eso dejo de tener mi parte adolescente a flor de piel. Tienen fe en que soy una buena chica que por el momento no ha tenido novio ni ha caído en ninguna tentación. Calculo que, por mi personalidad, deducen que soy y siempre fui una completa santa. Y realmente puedo asegurar que, por un lado, llega a ser frustrante que tu familia no se de cuenta de esas pequeñas cosas, por más reservada que pueda llegar yo a ser. Soy completamente lo opuesto a lo que ellos piensan. No me conocen y tampoco me doy yo a conocer. Pero mi plan no es que conozcan mi vida social hasta en los más recónditos detalles. Mi meta acá es que confíen en mí, que crean verdaderamente que puedo ser algo más de lo que ellos y todos esperan de mí, que me tengan paciencia y que demuestren efectivamente lo que dicen. Se pasaron más de 16 años hablando de la increíble hija que tuvieron, que tienen, de lo creativa que era, de lo bien predispuesta que estaba a ayudar, de lo educada que salí. Hasta se sorprendían de mis calificaciones, se vanagloriaban de mi inteligencia. Todo para que en este momento me traten de esta manera. Siempre sostuve que pasaría largos años en esta casa, hasta los 20, mínimo. Me sentía a gusto, sentía que nada iba a ser mejor que estar acá. Ahora realmente tengo ganas de mudarme, irme a vivir sola, a donde sea. Es, creanme, insoportable vivir de la manera en la que estamos viviendo. No solo vivimos hacinados, vivimos haciéndonos daño a nosotros mismos; discutimos, peleamos. En el fondo nos amamos, eso también lo sé. Pero en esta casa ya no se habla, se lastima. Paso días enteros escuchando gritos, escuchando que no sirvo para nada, que nunca ayudo, que me la paso encerrada en mi mundo las 24 horas del día. Cuando, sabrán ustedes mejor que nadie, trato cuanto puedo de ayudar. Pero parece no ser suficiente para ella, para nadie. Siempre exigen más de mí. De mí que soy una simple adolescente. Estoy completamente hastiada de escuchar lo poco sociable que soy. Y sinceramente no entiendo como alguien puede ser sociable de esta manera. Salgo, sí, pero mesuradamente. Rechazo muchas salidas por tener que hacer las cosas de la casa, por tener que ayudar. Y no lo rechazo porque me lo piden, lo rechazo por mi cuenta, por el simple hecho de saber que me necesitan más acá. Siempre puse a la familia antes que a cualquier otra cosa, tanto consciente como inconscientemente. Pero solo mis amigos y yo podemos dar fe de aquello. Y nadie más que yo sabe lo que hago por mi familia. Y por más que me lastimen, ellos son lo más importante que tengo. Y lo serán siempre, por más catarsis incriminadoras que exprese. Catarsis inconclusas, que no reflejen ni la mitad de mis pensamientos, de mis sentimientos, como ésta, como las anteriores y como aquellas que vendrán en un futuro no muy lejano, que reflejen la vida de cualquier adolescente. ADOLESCENTE. Como yo, aunque me cueste admitirlo...
martes, 10 de febrero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario